La salsa holandesa es una de las salsas madre de la cocina clásica francesa y se considera un emblema de la alta gastronomía. A pesar de su nombre, que sugiere un origen en los Países Bajos, esta salsa fue desarrollada en Francia durante el siglo XIX. La base de su creación está en la técnica del batido cuidadoso de yemas de huevo con mantequilla fundida para lograr una textura suave y cremosa. En Latinoamérica, esta salsa suele conocerse simplemente como "salsa holandesa" y se utiliza principalmente para acompañar platos como huevos benedictinos, verduras al vapor, pescados y mariscos, manteniendo un carácter elegante sin importar el país. En algunos lugares también se le llama "salsa mantequilla emulsionada", reflejando su principal ingrediente y método de preparación.
Como preparar Salsa holandesa clásica
Coloca las yemas de huevo y el agua en la parte superior de una olla a baño María y bate bien con un batidor de alambre o tenedor.
Pon toda la mantequilla menos 2 cucharadas en una cacerola pequeña a fuego medio bajo hasta que se derrita justo.
Agrega 1 cucharada de la mantequilla fría a la mezcla de huevo y agua y coloca sobre agua caliente, no hirviendo.
Bate constantemente hasta que las yemas de huevo espesen ligeramente.
Retira del fuego y bate la segunda cucharada de mantequilla fría.
Vierte gradualmente la mantequilla derretida en la mezcla de huevo, batiendo constantemente.
Coloca sobre agua caliente, no hirviendo, cocina hasta que espese, batiendo constantemente.
La salsa holandesa espesada debe mantener la marca cuando se pase un tenedor o batidor sobre la superficie.
Retira del fuego y agrega el jugo de limón, sal y cayena.
La salsa puede colocarse en la parte superior de la olla a baño María sobre agua caliente, no hirviendo, cubierta, y mantenerse hasta el momento de servir.
Sirve con verduras, pescado horneado o a la parrilla y mariscos.